Por. Ramón Zamora Rodríguez.
Apagones interminables, hambre, desabastecimiento, represión, prisión, desolación y almas que andan zombis sin objetivos definidos; así está Cuba, donde todos quieren libertad y sólo unos pocos tienen el coraje de reclamar, donde muchos tiene que emigrar ante tanta complicidad por un Síndrome de Estocolmo que lleva a quienes viven como esclavos a denunciar a quienes claman por derechos y libertades.
Eterno solo Dios, a Cristo redentor ni el diablo lo tumba, pero a una dictadura por muchos militares cómplices de la injusticia sobre los suyos, por mucha represión que derroche sobre el pueblo ¡Sí cae! Cae por la fuerza descomunal de todo un pueblo cansado de tanto sometimiento, conformismo, esclavitud y terrorismo de Estado, así cayó la dictadura recientemente en Sri Lanka ¿Los cubanos nos sentimos menos, nos creemos incapaces? ¿O nos han hecho creer eso?
Nadie quiere salir de su zona de confort, todos tenemos miedo, pero superarlo será siempre el sinónimo de libertad ¿Qué no hace un padre o madre por sus hijos? ¿Qué no eres capaz de hacer por los que amas? ¡Veo que nada! ¿Falso amor o confusión? Porque sí haces lo que sea por los tuyos ¿Por qué no haces nada ante la tortura a la que somete la dictadura a los tuyos? No lo hagas, si quieres, por los vecinos o extraños, hazlo por los tuyos que dices que amas o hazlo por ti.
No pido que hagas cosas que yo no soy capaz de hacer o no he llegado hacer ¡Te pido que hagas algo por ti y por los tuyos! ¡Quítale el poder a la dictadura! No los apoyes, no pagues ni pertenezcas al CDR, CTC, FMC, ni a nada que empodere al régimen, no denuncies al que hace lo que no te atreves hacer, no participes en sus convocatorias ¡A ninguna! Cuando cortan la electricidad, no trabajes, no lleves a tus hijos a la escuela, únete a los cacerolazos, ellos no podrán arrestar a todo un pueblo, podrán tomar a algunos para implantar el terror, pero no a todos, como tampoco te pueden sacar de tu casa para que acudas a sus llamados ¡La decisión de quitarles el poder es tuya!
La Iglesia está llamada a ser la luz del mundo, no una luz, si no, la luz, Dios quita y pone reyes, y sólo debe su obediencia a Dios, no a tiranos tan perversos que muestran ser salidos del vientre de Satanás.
Les dejo las palabras del Padre Alberto Reyes Pías, sacerdote que vive en Esmeralda, provincia de Camagüey, quien iluminado por el mensaje de nuestro redentor al pueblo cubano, nos regala éstas palabras, usted sabrá si tocan su corazón endurecido por el temor, sometimiento, conformismo y esclavitud de una dictadura adoctrinadora y terrorista.
Palabras del Padre Alberto Reyes Pías.
Soy el padre Juan Alberto Reyes, y he estado pensando en pedir a Dios que las cosas empeoren ¿Qué hace falta para que se produzca un cambio en Cuba y termine esta pesadilla infernal? ¿Cómo salir de esta espiral de deterioro cada vez más profunda?
Sabemos que sin un cambio de sistema, nada nos sacará de esta crisis, que la economía cubana no va ha remontar, y que ni el turismo, ni las remesas, ni ninguna otra inyección, lograrán solucionar nuestras necesidades básicas.
Pero eso parece que no es suficiente para movilizarnos, sabemos que nuestros dirigentes nos mienten, intentando con sus mentiras alargar lo más posible su permanencia en el poder, a costa del sufrimiento y la muerte lenta de un pueblo que no les interesa y que más bien parecen odiar y despreciar.
Pero eso no nos irrita lo suficiente como para decir ¡Basta!
Somos conscientes de que la formación de nuestros hijos es cada vez más deficiente y precaria, nos damos cuenta, de que si le dejamos al sistema educativo la formación de nuestros hijos, los estaremos sumergiendo en la ignorancia y la incapacidad, pero eso no parece quitarnos el sueño, sabemos que el sistema de salud se cae a pedazos, y que nuestra supervivencia física está cada vez más en riesgo, pero eso sólo hace que aumenten muestras quejas cotidianas.
Vemos cómo la vida se bloquea hasta lo impensable, como la falta de electricidad nos paraliza, nos hunde y desespera, pero seguimos aplaudiendo las migajas de corriente y agradeciendo incluso los días en que los apagones son cortos.
Sabemos que desde las estructuras del poder no existe un proyecto de nación, que ya no vamos a ninguna parte, que el único camino que tenemos delante es resistir y morir, excepto para aquellos que logren escapar de esta jaula, de ésta finca de unos pocos.
Pero ni siquiera eso parece ser capaz de despertarnos de la hipnosis de una solución venida desde los que nos gobiernan como su propiedad particular.
¿Qué tiene que suceder para que este pueblo despierte? ¿Cuánta hambre necesitan seguir pasando nuestros hijos? ¿Cuántos medicamentos más deben faltar a nuestros enfermos? ¿Cuántas familias más necesitan romperse con la emigración? ¿Cuántos muertos más necesitamos en los intentos de huida? ¿Cuántas voces de libertad necesitamos añadir a nuestras prisiones?
Sí al menos tuviéramos el coraje de decir la verdad en todos los sitios posibles, si al menos dejáramos de hacer el juego, el más mínimo juego a los que apoyan nuestra esclavitud ciudadana, si al menos intentaramos plantarnos cuando se nos pide el apoyo sumiso, el aplauso cómplice, el asentimiento falso, porque de lo contrario, habrá que pedir a Dios que permita que todo el mal que ya se abate sobre este pueblo se profundize, que nos hundan el hambre, la enfermedad, la oscuridad y la desesperanza, para ver si así Cuba termina siendo un montón de cadáveres amontonados, o un pueblo que se decida por fin a hacer algo por su libertad